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Imagen de búsqueda (cuando no se ve lo que no se busca)

Aunque muchas personas parezcan no estar debidamente al corriente de ello, desde hace décadas , y a consecuencia de los efectos de numerosas sustancias químicas tóxicas, se está desarrollando lo que algunos eminentes científicos han definido como una nueva pandemia. Una epidemia de vastas proporciones que ha estado sembrando enfermedad y muerte a lo largo y ancho del planeta sin que nadie haya hecho todavía nada eficaz para frenarla. Una de las razones de lo dicho es que aún una parte de la medicina no ha sabido percatarse de lo que sucede. A veces, hay cosas que no por ser grandes y evidentes sabemos ver.

La situación, salvando las distancias, recuerda bastante a la que se vivía en los primeros momentos de la medicina moderna, cuando mucha gente moría a causa de factores en los que nadie reparaba. Factores invisibles para los doctores de entonces.

Podemos establecer un interesante paralelismo con lo que sucedió con Semmelweiss, un médico de Viena que a mediados del siglo XIX estaba escandalizado porque muriesen tantas mujeres por fiebres puerperales y ,sobre todo, por el hecho de que lo hiciesen muchas más cuando iban a parir en los hospitales que cuando lo hacían en sus casas. Semmelweiss intuyó que tenía que ver con el hecho de que los médicos que las atendían no se lavasen las manos. A veces, las asistían con las mismas manos con que acababan de diseccionar cadáveres.

Semmelweiss, mediante el simple lavado de las manos, consiguió que bajase espectacularmente la mortalidad, pero buena parte de las mayores eminencias médicas de la época le ridiculizaron y no siguieron sus indicaciones, mientras miles de mujeres continuaron enfermando y muriendo. Semmelweiss acabaría sus días rodeado de incomprensión, tratado como si fuera una especie de extraño “loco”.

Desde la perspectiva actual resulta incomprensible aquella actitud de la clase médica. Pero si nos ponemos en el nivel de conocimientos que entonces existía, podremos entenderlo mejor. Simplemente, se desconocía la existencia de toda una serie de elementos que, aunque fuesen invisibles a simple vista, podían ser potentes agentes patógenos. Sería después cuando, gracias a Pasteur, se descubriría la importancia de los microorganismos en el desarrollo de muchas enfermedades.

Lo que hemos narrado es un inmejorable ejemplo de cómo la Humanidad puede vivir durante mucho tiempo rodeada de agentes causantes de enfermedades sin ser debidamente consciente de ello y reaccionar. Agentes en los que no se repara mientras causan tremendos estragos.

Hay personas que acaso tiendan a pensar que la Humanidad, en su progreso, va dejando atrás los errores del pasado y que estos no se repiten. Pero pensar tan cosa es algo que solo se sustenta en una fe ciega en el progreso , una fe que se desentiende de la simple observación de las cosas que suceden realmente. La Historia nos demuestra, una y otra vez, que ,como dice aquella célebre frase: el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. Que lo pasado ,demasiadas veces, es prólogo.

Durante mucho tiempo, ya en el siglo XX, y todavía en alguna medida en el XXI, una parte de la clase médica podría, consciente o inconscientemente, haber estado incurriendo en errores semejantes a los de aquellas eminencias que ridiculizaban a Semmelweiss, solo que ahora minusvalorando el papel de otros nuevos agentes patógenos: los tóxicos. En el caso de los microorganismos la Humanidad tardó miles de años en darse cuenta. ¿Cuánto se tardará ahora?. Afortunadamente, gracias a Dios, también ha habido quienes, como Semmelweiss, han intuido, y quienes, como Pasteur, han investigado mucho este tema. En esta web mostramos muchos de los descubrimientos de estos nuevos pioneros.Ya que de modo semejante a la investigación más tradicional que se encargaba de descubrir microorganismos que causaban enfermedades, otros científicos llevan mucho tiempo descubriendo los más diversos daños causados por sustancias químicas. Son agentes patógenos cada vez más estudiados.

Esta nueva pandemia no ha sido ocasionada, como en otras ocasiones, por una guerra biológica entre organismos, como pudiera ser el de un microbio y el cuerpo humano. Sino entre sustancias ajenas a la vida y las que la integran. El campo de batalla de esta nueva pandemia silenciosa , invisible para muchos, ha sido la química de los seres vivos atacada ,invadida, por una química extraña. El mundo sutil de las moléculas y los átomos en el que se está librando una guerra de cuya importancia no somos todavía debidamente conscientes. Una guerra en la que ,como sucedía en su momento con los microorganismos, es más fácil que veamos los efectos tremendos- que el que identifiquemos las causas sutiles- de las cosas.

Para afrontar el reto convenientemente será preciso realizar un esfuerzo. Hay muchos científicos que ya están realizándolo. Son esos que , de modo semejante a los que descubrían los microorganismos relacionados con enfermedades, se dedican a investigar estos otros agentes patógenos que son los tóxicos. No obstante, no conviene olvidar lo difícil que ha sido otras veces en la Historia que se den determinados cambios, por muy claro que estuviese que hubiese que hacerlos. La fuerza de la costumbre suele ser muy grande y puede llevarnos a no ver cosas que tenemos delante de los ojos. A veces los esquemas que tenemos establecidos pueden convertirse en un lastre que nos impida ver cosas nuevas. Es como si llevásemos unas orejeras que sólo nos dejasen ver en una dirección o unas gafas con unos cristales de un color determinado que no nos permitiesen ver ciertas tonalidades.

Podemos explicarlo con un ejemplo sacado del ámbito del estudio de comportamiento animal. Nos referimos a lo que se llama “imagen de búsqueda” y que hace que un depredador, como un lince por ejemplo, solo tenga ojos para ver un tipo de presa, los conejos por ejemplo, haciendo que no vea otras posibles. Es eso mismo que puede pasarnos cuando buscamos conchas en una playa. Al cabo de un tiempo se acaba instaurando tal imagen de búsqueda que nuestros ojos no verán un anillo de oro aunque lo tengan delante. Sólo vemos conchas. Y algo parecido puede estarle pasando a un sector de la medicina moderna. Se lleva tanto tiempo con la “imagen de búsqueda” de los microorganismos ,por ejemplo, que todo trata de interpretarse en función de bacterias o virus cuando, a lo mejor, hay otras cosas que están produciendo muchas de las patologías de las personas que van a las consultas.

Una experta estadounidense, Anne Steinemann, de la Universidad del Estado de Washington en Seattle, al hablar de las enfermedades ambientales y de su forma de afrontarlas por un sector de la medicina actual, lo resume muy bien , apuntando que además el tema del que hablamos es de por sí ya lo suficientemente complejo como para que con tal falta de “imagen de búsqueda” pueda ser fácil que muchos facultativos se percaten de ello. Que la relación entre las exposiciones a los múltiples contaminantes y los efectos que de ello pueden derivarse no son siempre lo claras que uno desearía. Que “las exposiciones” –por ejemplo- “no siempre manifiestan efectos inmediatos y dramáticos sobre la salud”. Que lo que suele suceder, más bien, es que produzcan “efectos sutiles, graduales y frecuentemente irreversibles” y que incluso cuando ocasionan efectos inmediatos, casi siempre “existe la perturbadora tendencia a maldiagnosticar o malatribuir síntomas comunes causados por las exposiciones. Por ejemplo, la exposición a pesticidas puede producir síntomas agudos parecidos a los de la gripe, tales como fiebre, dolor de cabeza, náuseas o dolores en las articulaciones y, simultáneamente producir daños a los sistemas endocrino, neurológico e inmune(1).

Es importante reiterar que de lo que les hablamos no es tan sólo de las enfermedades tóxicas más claramente reconocibles, esas consideradas como más o menos “raras” como el saturnismo producido por el plomo , el hidrargirismo generado por el mercurio o el cloracné por determinados tóxicos clorados, u otros problemas como la encefalopatía tóxica o el porfirismo, por ejemplo. De lo que les hablamos es de la influencia notable que las sustancias tóxicas pueden estar teniendo en enfermedades o problemas sanitarios mucho más comunes y extendidos en la población, sea como origen de los mismos o como factor que conduce a su empeoramiento, asociándose con otros factores hoy en día más tenidos en cuenta. Hablamos del cáncer, el asma, las alergias, las enfermedades auto-inmunes, caída de la fertilidad y de la inmunidad, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica, las enfermedades cardiacas, la diabetes, la obesidad, los trastornos del desarrollo, los problemas de aprendizaje, el Parkinson,... Y es que crece la literatura científica que liga estos y otros problemas sanitarios , a un nivel u otro, con la exposición a contaminantes.

Como comenta el epidemiólogo Miquel Porta , una buena parte de la carga social de las enfermedades que sufrimos son enfermedades de causas complejas, no lineales y simples y, en buena medida suelen ser enfermedades de causa “desconocida”. Lo que piensan muchos investigadores, es que ese vasto campo de enfermedades sin causa clara conocida, según ciertos parámetros de interpretación más o menos extendidos, podrían explicarse , al menos en parte, si se considerasen más factores como los de la polución química (2).

En esencia, y hablando de una forma coloquial, que podrá luego matizarse todo lo que se quiera, lo que la comunidad científica está viendo es que una buena parte de la carga de enfermedad que se padece hoy en el mundo desarrollado podría no dejar de ser, en el fondo, más que consecuencia de una “intoxicación”. Ponemos la palabra “intoxicación” entre comillas porque aunque lo que está sucediendo podría deberse a una creciente exposición a tóxicos , no nos estamos refiriendo al concepto técnico y más restringido que se tiene de esa palabra, circunscrito a unos condicionantes muy limitados.

La “intoxicación” de la que hablamos incluye por supuesto a las intoxicaciones clásicas pero abarca un conjunto de efectos de los contaminantes que son infinitamente mayores y más complejos y sutiles. Y cuando decimos “infinitamente” mayores, decimos infinitamente. Ello hace que sea especialmente sangrante que una parte de la clase médica aún no tenga la “imagen de búsqueda” adecuada.


 


 


 

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NOTAS:


 

1 Steinemann A. (2005)La exposición humana y los peligros para la salud. Parte 2. Edición Electrónica en Castellano de Rachel´s Environment & Health News 811. Salud y Medio Ambiente. Boletín Informativo 811. Peter Montague Editor


 

2 Miquel Porta. Estudios epidemiológicos sobre toxicidad ambiental., II Congreso Internacional de Medicina Ambiental. Brunete (Madrid). Junio 2008.

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