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Alimentación sana

Según la Organización Mundial de la Salud un 60% de las enfermedades degenerativas tendrían su origen en la alimentación. Las causas concretas son diversas y varían según las zonas del planeta. Sin embargo, hay un factor que muchas veces no suele ser tenido en cuenta y que parece tener mucho más peso del que hasta ahora le han concedido algunos profesionales de la Medicina.

 

 

Tradicionalmente, al hablar de factores relacionados con la alimentación, se alude a cosas como, por ejemplo, hidratos de carbono, grasas, etc. Sin embargo, pocas veces se habla de los contenidos de tóxicos de los alimentos, a pesar de los miles de estudios científicos que abonarían el que se prestase más atención a esta cuestión.

Inexplicablemente, una parte del estamento médico sigue hablando de los alimentos como si estos tuviésen hoy exactamente el mismo contenido químico que hace 100 años, como si no hubiése existido un creciente proceso de desnaturalización, como si estos no incorporasen hoy, potencialmente, miles de sustancias químicas contaminantes. Así, como decíamos, ven problemas en componentes naturales de los alimentos y obvian, inexplicablemente, los problemas que generan los componentes no naturales y que hacen acto de presencia en ellos como contaminantes.

Si leemos en esta web los más diversos apartados referidos a los estudios científicos que asocian la exposición de las personas a los tóxicos con diferentes problemas de salud, nos daremos cuenta de que una de las principales vías de entrada de ésos tóxicos a nuestro organismo es la alimentación. Sea que se hable de algunos de los tóxicos ligados a enfermedades como el cáncer ( colon, mama, próstata, etc.) , la obesidad, la diabetes, la endometriosis,...

Aunque haya tantos dichos y refranes que nos digan cosas como que "de lo que se come se cría" o que "con las cosas de comer no se juega" lo cierto es que en el mundo moderno, por una serie de razones, entre las que se cuenta la de anteponer la cantidad a la calidad y la búsqueda de beneficios rápidos con un bajo coste, ha hecho que los sistemas de obtención y elaboración de los alimentos experimenten una serie de cambios notables que han alterado con frecuencia su composición. A ello cabe sumar las consecuencias de la creciente polución química del entorno.

Acontecimientos como la llamada crísis de las vacas locas, los pollos con dioxinas o los cerdos hormonados, han hecho crecer la preocupación de la sociedad. Pero más allá de las crísis puntuales hay una crísis más general que pocas veces merece titulares en la prensa, aunque sí que preocupe mucho a los científicos. Con ello tienen que ver investigaciones como la realizada hace poco en Cataluña (ver , por ejemplo: Estudio monitorización tóxicos Cataluña (Porta) o Publicación de estudio científico sobre el contenido de contaminantes orgánicos persistentes en la sangre de los catalanes ) y que mostraba la presencia generalizada en los cuerpos de los habitantes de ésa comunidad autónoma de una serie de contaminantes persistentes, tales como hexaclorobenceno (HCB) ,  lindano (gamma HCH),policlorobifenilos (PCBs), o DDE. Tóxicos como las dioxinas ingresan en nuestros cuerpos especialmente a través de la dieta.

 

CONSUMIR PRODUCTOS BIOLÓGICOS

 

Una de las formas de reducir la ingesta de tóxicos es seleccionar alimentos lo más naturales y frescos posibles. Ello ya de por sí representa una reducción de la cantidad posible de aditivos , pesticidas, etc.  Consumir productos de temporada también es importante (cítricos en invierno, unas en septiembre-octubre, melocotones y melones en julio-agosto,...). Comer mucha fruta y verdura , especialmente si son de origen biológico.

Si queremos asegurar una alimentación con plenas garantías, también es bueno evitar comer productos experimentales, sobre los que existen muchas dudas y no pocos datos preocupantes, tales como los alimentos manipulados genéticamente.

Al concentrarse muchos contaminantes especialmente en la parte alta de las cadenas alimentarias es bueno vigilar el exceso de carne y grasas animales (muchos tóxicos se acumulan de forma especial en los tejidos grasos). También requieren especial atención órganos que, como el hígado, tienen que ver con el procesado de los contaminantes.

También es importante vigilar cosas como el pescado, por el contenido de mercurio y otros contaminantes que puede haber en diversas especies.

La mejor opción , en general, es consumir productos biológicos de garantía. Esos productos son controlados por organismos como los Consejos Reguladores de Agricultura Ecológica (CRAE). Con estos productos se tiene una mayor garantía de que no contengan una serie de preocupantes sustancias. En establecimientos de confianza puede adquirirse desde las consabidas verduras a carne de ganadería ecológica. Son productos con menos impacto ambiental, al no requerir uso de pesticidas y fertilizantes artificiales. Tienen, además, más anti-oxidantes que los convencionales y son más nutritivos (estudio U. Newcastle 2007), aparte de tener un mejor sabor (la agricultura no biológica suele tener más en cuenta aspectos estéticos que otras cosas).

Algunas personas alegan que son algo más caros que los productos convencionales, cosa discutible en muchos casos. Además, como dice un refrán español "lo barato sale caro", especialmente en estos asuntos donde los costes, y muy graves, pueden ser de salud humana. En sectores de población como los niños o las mujeres  embarazadas la alimentación biológica debiera ser algo muy seriamente potenciado. Aunque en realidad toda la población se verá favorecida con una alimentación más sana como es la de origen biológico.

 

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