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Edificios enfermos

Uno de los datos que más recalcan las autoridades al hablar de estas cosas es que los habitantes del mundo desarrollado, como podamos ser los europeos, por ejemplo, pasamos en ambientes cerrados entre un 85% y un 95% de nuestro tiempo y que, por lo tanto, es muy importante vigilar la calidad ambiental de tales ambientes.

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 Sin embargo las dinámicas de construcción y de gestión de los edificios a lo largo de las últimas décadas , en demasiadas ocasiones, no han sido demasiado racionales en ése sentido. Una de las más claras expresiones de ello ha sido la masiva construcción de edificios prácticamente herméticos , en los que apenas se renueva el aire, y que propician la acumulación en las atmósferas interiores de toda una serie de elementos perjudiciales.

Se ha estudiado perfectamente la presencia dentro de tales ambientes cerrados de toda una serie de compuestos volátiles que , en algunos casos, pueden incluso irse acumulando en determinados elementos –que actuarían como reservorios- que vuelven a ser liberados en determinadas circunstancias. Al final , por una serie de razones, que van desde la liberación desde diversos materiales empleados en la construcción o el mobiliario, hasta productos químicos que se emplean dentro de las labores de mantenimiento, entre otras posibilidades, la verdad es que van acumulándose allí toda una serie de elementos perjudiciales, como puedan ser , según los casos, formaldehído, tolueno, benceno, xileno, pesticidas, iones positivos, amianto, campos electromagnéticos, radón, ... entre otros. El resultado, que no pocas veces se combina con otras cosas como niveles de humedad o temperatura inadecuados, por ejemplo, no puede ser peor. Dolores de cabeza, irritaciones de ojos y de vías respiratorias, ,sequedad en mucosas y piel, muchas infecciones respiratorias y resfriados, cambios sensoriales, fatiga, dolores musculares, fallos de memoria y concentración, problemas cutáneos y gastrointestinales, acortamiento de la respiración, eritemas, comezón, hipersensibilidades inespecíficas, náuseas, mareos, vértigos,... que repercuten en un malestar que, no pocas veces, se manifiesta en un incremento de bajas laborales y pérdidas de productividad.

Cuando más de un 20% de los ocupantes del edificio se quejan de estas cosas, es cuando se considera que estamos ante un edificio que padece el Síndrome del Edificio Enfermo, dolencia que, según la Organización Mundial de la Salud afectaría nada menos que al 30% de los edificios de oficinas

Los edificios enfermos pueden serlo temporal o permanentemente. El primer caso se da, por ejemplo, en edificios nuevos y ello no es infrecuente que se deba a la reciente utilización de una serie de sustancias en la construcción y equipamiento cuyas emanaciones son más intensas al principio y luego van decreciendo. El segundo se da en edificios que incluso después de aplicar una serie de medidas para intentar poner remedio, los problemas persisten con tenacidad.

Entre los muchos factores que pueden incidir se citan la deficiente ventilación, la construcción ligera y poco costosa, el que muchas superficies estén cubiertas de materiales textiles como las moquetas, las sustancias emanadas desde adhesivos, o desde pinturas o barnices aplicados a los muebles, así como conservantes de la madera, al igual que la presencia de los tan frecuentes tableros de madera conglomerada que contienen colas que liberan formaldehído, por no hablar de las aplicaciones de insecticidas o el uso de determinados productos de limpieza o abrillantadores del suelo, entre otras muchas cosas. A todo ello cabrían añadirse otros factores como los de contaminación biológica de los edificios, y, por supuesto, los derivados de la contaminación electromagnética.

No conviene olvidar que, aunque muy frecuentemente los problemas que se dan son más o menos “leves” ( a pesar de lo cual ello no implica que no supongan un menoscabo muy notable de la calidad de vida) otras veces, algunos de los mismos problemas que generan esos daños más leves, bien sea por que se manifiesten de una forma aguda –por ejemplo , tras una reforma, cuando persisten altos niveles de emanaciones de disolventes u otras sustancias, o tras una aplicación de pesticidas- o bien por los efectos acumulativos de largos periodos de exposición, no puedan acabar manifestándose en patologías más graves.

Estamos hablando además de cosas que la Administración sabe que deberían ser corregidas pero que inexplicablemente no lo son. Basta ver las Notas Técnicas de Prevención del Ministerio de Trabajo español para darse cuenta. En estas notas, y desde hace ya muchos años se describen con todo detalle la cantidad de elementos nocivos que pueden acumularse dentro de un edificio: monóxido de carbono, fibra de vidrio, amianto, compuestos orgánicos volátiles, disolventes, partículas, pesticidas, ozono, radón,... sus fuentes –plásticos, recubrimientos, pinturas, cauchos, tejidos, aislantes, adhesivos, muebles, fotocopiadoras, ... y se recomiendan medidas como evitar la utilización de materiales que emitan esas sustancias.

Por citar aquí dos de esas notas: NTP 243: Ambientes cerrados: Calidad del aire. Inst. Nac. de Seg. e Higiene en el Trabajo, NTP 521 Calidad del Aire Interior: emisiones de materiales utilizados en la construcción, decoración y mantenimiento de edificios.

 

VINCULADO A ESTO, PERO MÁS CENTRADO EN LAS VIVIENDAS PRIVADAS:

EL HOGAR ENFERMO

 

© Copyright Carlos de Prada

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